Así da gusto ver baloncesto...

Con el baloncesto tiene uno sensaciones contradictorias. Aunque no es ni mucho menos mi favorito (ocuparía un cuarto lugar tras fútbol, ciclismo y tenis), es un deporte que me encanta ver. Lo tiene todo: espectáculo, pasión, derroche físico, estética... y emoción. Mucha emoción. Demasiada, de hecho. Porque ahí surge mi problema. Cuando veo un partido en el que me declino por alguno de los equipos, me involucro (algo que me pasa con el Barça, la selección española y el equipo de turno de la NBA -en su momento los Celtics, luego los Bulls, ahora los Lakers)... llevo muy mal la tensión, esas alternativas a veces hasta casi histéricas en el marcador me sacan de quicio. Me pongo demasiado nervioso, y muchas veces termino por dejar de ver el partido, por zapear en busca de algo de calma... y vuelvo de vez en cuando al partido para comprobar cómo va la cosa.

Por eso ayer, cuando decido ver la final de la Copa entre Barça y Madrid, me pregunto en qué estado me encontraré cuarenta y cinco minutos después, si me veré obligado a tomarme el trankimazín o a cambiar de canal porque no pueda soportar ver un desenlace demasiado igualado... y resulta que al fin y a la postre, no hace falta. El Barça "me hace el favor" de dominar apabullantemente el partido, de mostrar una defensa poderosa, una transición rápida y una resolución ante la canasta rival deslumbrante. Eso me permite ver la final con tranquilidad, con la única duda de saber por cuánto se va a ganar cuando suene la última bocina... Lo dicho, así da gusto ver baloncesto.

Tras unos primeros años en los que daba la impresión de que las directivas powerpoint de Laporta habían concentrado todos sus esfuerzos en el fútbol, dejando de lado otras secciones deportivas que han limpiado, fijado y dado esplendor al historial del club, en las dos últimas temporadas parece que han dado con la tecla y, al menos en baloncesto, se ha llegado a encontrar un cuerpo técnico y plantilla capaz no sólo de aspirar a y ganar todos los títulos al alcance, sino de además, en paralelismo con los futboleros, hacerlo con un juego de muchísimos quilates.

Por todo ello hay que celebrar en su justa medida el triunfo del Barça ayer en Bilbao. No sólo porque haya traído un título más a esta era gloriosa de la entidad, con el satisfactorio morbo añadido de haberlo conseguido ante el eterno rival, sino también porque el juego exhibido, el espíritu de grupo y confianza mostrados auguran más alegrías en el futuro. Brindemos por ello.

Adeu i bona sort.
Tant se val d´on venim